Hace unos dias, estando de vacaciones en Francia, unos amigos me llevaron en un barco (aunque bote a motor lo define mejor) a coger moluscos y ostras. De camino hacia las rocas que eran nuestro destino final pusimos una linea con multitud de cebo, con la esperanza de que a nuestro regreso los cebos estuvieran repletos de peces.
Es la primera vez que hago una cosa asi, pero no la ultima... por varias razones. Sin apenas esfuerzos, al mismo tiempo que me lo pasaba mut bien, andaba al sol y respiraba buen aire, cogi una buena cantidad de ostras y mejillones. Al peso, sin duda, el equivalente a unos 25 euros en el mercado.. y fui sin duda el que menos cogi.
A la vuelta, al retirar la linea que habiamos puesto, nos esperaban 8 peces de buena talla y la cabeza de un noveno que habia resultado ser devorado por un congrio tras caer en nuestra trampa (lastima que no fuera el congrio el que callera en nuestras manos!).
Esta experiencia me ha hecho pensar en que es posible que los hobbies con provecho alimentario cobren un auge nunca antes conocido: los precios de los alimentos estan alcanzando unas cotas que tal vez hagan que mucha gente piense en dejar sus trabajos en la ciudad, abandonar sus micro apartamentos de 50 metros y montar una huerta donde obtener tomates con sabor a tomate y no agua con forma de tomate, que le permita al mismo tiempo irse de caza y pesca y respirar un poco de aire de verdad... La historia es un acordeon, y no sabemos nunca lo que nos espera, tal vez la subida de precios de alimentos primarios tenga muchas consecuencias imprevistas para muchos, una idea en la que pensar al degustar unos pescaditos fritos...
